viernes, abril 10, 2020

Morrissey... arrebato sin concesiones. 

Gastón Pedraza

En I Am Not a Dog on a Chain(BMG, 2020) el disco más reciente de Steven Patrick Morrissey hay renovación, pero también se escucha ese sonido clásico y característico que lo ha mantenido en el gusto de generaciones pasadas y actuales. Conserva el tono que lo condiciona como el letrista de estribillos de contagio, de contagio natural. 

Quizá no sea el disco de Morrissey que trascienda, quizá no sea el disco que los seguidores esperaban, quizá no tenga la resonancia esperada, pero es un disco reptante que se va consolidando tras varias escuchas y por supuesto que hay momentos que suena a The Smiths. La canción que da título al disco nos recuerda al más puro sonido de los de Manchester, sencillo y sofisticado.

Este material hace un recorrido itinerante por todo lo políticamente incorrecto. Costumbre del compositor; “Oh, tal vez me desollarán vivo debido a mis puntos de vista”, canta y provoca. Morrissey es ese perturbador nato, está donde está gracias a los demás, se le ha puesto en el pedestal del inconforme. Cada declaración que hace da la vuelta al mundo. Nunca cambiará; “Escucha lo que no se te muestra. Y allí encontrarás la verdad”.

Las relaciones que genera con su público son de complicidad, complicidad pop, esa que se derrite en cada estrofa, en cada susurro, en cada confesión. En la canción “Bobby, Don´t You Think They Know?”se oye fuerte y contundente, canta a dueto con la leyenda del soul y del sonido Motown Thelma Houston que da un equilibrio seductor. Para el final de la canción hay saxofones en todo lo alto acompañados de sintetizadores y un bajo que da robustez a la pieza composición que llega a los 5 minutos con 46 segundos. No es la primera vez que Morrissey hace un dueto, basta recordar la mancuerna que hizo con Siouxsie en la canción “Interlude”grabada en el ya lejano 1994. 

I Am Not a Dog on a Chaines un álbum que quizá no tenga fecha de caducidad, eso lo dirá el tiempo, lo que suena aquí y ahora es un material cuidado, que producido por Joe Chicarelli, se nota su mano, incluye infinidad de instrumentos que en discos anteriores Morrissey no se atrevía a utilizar y se agradece pues Chicarelli dota de nuevos aires y deja atrás el sonido aburrido de Morrissey.

La mayor virtud de un artista siempre será, la reinvención. Morrissey lo hace, no enfría su infierno, lo alimenta con historias actuales y cotidianas. Se arriesga y tiene contentos a sus seguidores, aunque haya quienes no les guste su nuevo material. Ya no busca influenciar a nadie, ya lo hizo en 1984. Nunca será el perro encadenado. 

Twitter: @gastonpedraza

martes, julio 31, 2018



El amor supremo de Kamasi Washington

Gastón Pedraza

Quiero agradecer a Sergio Villafuerte por la oportunidad de regresar a las páginas de Milenio. Aquí estaré escribiendo de temas fascinantes para mí: música, cine y literatura.

Regresar a la raíz, eso es lo que hace el saxofonista tenor Kamasi Washington (Los Ángeles, 1981); jazzista y gurú para las nuevas generaciones que en él están descubriendo el sonido ya experimentado por tantos, claro, con una actualización que va más allá de las vanguardias. 

El jazz, liturgia de lo sofisticado, encuentra un sabor de raigambre y buen sentido, sentido caótico sofocado por esas voces corales que devuelven la espiritualidad a cada evocación. Sí, coros espirituales, vitales, contundentes que aparecen en el momento y lugar indicado; para muestra hay que escuchar la emblemática Street Fighter Masque está repleta de esas glorias evocadoras de tiempos ancestrales que se contonean con beatselectrónicos de alta factura sin sonar pretenciosos ni absorbentes. Están en el momento correcto para recordarnos que vivimos un tiempo en el que los sonidos del pasado juegan en cualquier terreno, y cuando hablamos del jazz creado por Kamasi Washington, el tiempo se suspende y nos remite a tantos músicos y compositores, pero al final todo sonará a Washington, sonará a la mezcla perfecta, mezcla que el minucioso saxofonista se empeña en crear y recrear; pareciera que estamos escuchando esa música de finales de los 60 con esos subidones lisérgicos.
Las influencias de Kamasi Washington pueden ser todas y ninguna. Descubrimos de golpe a John Coltrane, Curtis Mayfield, Billie Holiday, al primerísimo Carlos Santana, a Gerald Wilson Orchestra, al Eddie Harris de los ya emblemáticos discos Bad Luck Is All Have” (1975) y “High Voltage” (1969).

Pero Kamasi no se queda ahí, en el pasado, trabaja con el clan más influyente de la música contemporánea: Kendrick Lamar, J Dilla y Thundercat; músicos, productores y creadores de lo que está sonando en prácticamente todos lados. Hay que recordar que para el disco “To Pimp A Butterfly” (2015) Lamar bebió de la vena más profunda del jazz; Lamar regresó a la raíz para producir un disco memorable, lleno de colaboradores amantes de la síncopa, y así, y hacer un gran favor a las nuevas generaciones: compartir el jazz entremezclado con hip-hopy versos venenosos, aderezados de la más suculenta fusión entre smooth yfree jazz.

Kamasi Washington ya había editado algunos materiales, pero es hasta “The Epic” (2015) donde da a conocer sus intenciones, dos horas y 50 minutos repartidas en tres discos compactos, en los que estiliza, mezcla y transforma todos los sonidos, sí, todos, desde la afroamericana más rústica hasta la clásica más clásica pasando por todos los subgéneros del jazz.

Este buen hombre nos regala la sencillez y la complejidad al mismo tiempo, y lo demuestra en la brutal Change Of The Guard, pieza de 12 minutos que es la mejor presentación que puede tener este chamán de Los Ángeles; composición contundente, brutal y espiritual.

El jazz está de regreso y su mentor es Kamasi Washington, el jazz es coolde nuevo, aunque siempre lo había sido, pero ahora está al alcance de todos aquellos que quieran abrirse a la alquimia del brujo angelino. No es modernidad ni nostalgia, Kamasi Washington es el presente.

Por estas fechas se estará publicando “Heaven And Earth” con dos horas 25 minutos de jazz profundo, alquímico. De amor supremo.

miércoles, marzo 28, 2012

Texto de la presentación.




El cine mexicano “se impone”
Mercados internacionales y penetración cultural en la época dorada.
Maricruz Castro Ricalde y Robert McKee Irwin
Siempre es un gusto presentar libros de cualquier tipo, pero es doble gusto cuando se trata de un libro que habla de cine y triple gusto cuando se trata de un libro que hable de cine mexicano.
La afición al cine me ha llevado a la recolección y acopio de material bibliográfico de toda índole, así me encontré con el ejemplar Clásicos del Cine Silente Norteamericano editado por la Filmoteca de la UNAM en 1981, en dicho ejemplar se recopilan 23 trabajos cinematográficos, donde se destacan los cortos de Tomás Alva Edison realizados entre los años 1894-1899 y también los cortos de Charles Chaplin realizados entre 1914-1918. Los largometrajes Maridos Engañados (1918) dirigida por Erich Von Stroheim; Sherlock Junior (1916) y La General (1916)  dirigidas por Buster Keaton y no podía faltar en este recuento Intolerancia (1916) de David Griffith. Intolerancia  cinta en la que se aprecia la maestría del montaje que serviría de escuela a muchos realizadores.
En la portada de Clásicos del Cine Silente Norteamericano vemos a Lilian Gish, belleza del cine mudo, protagonista de la película El Viento (1928) dirigida por Victor Sjöstrom.
Pero en México también se “cuecen habas” y así lo hace notar el trabajo que nos ocupa el día de hoy: El cine mexicano “se impone” Mercados internacionales y penetración cultural en la época dorada, investigación de Maricruz Castro Ricalde y Robert McKee Irwin, trabajo de 311 páginas dividido en más de 14 capítulos y que para la portada al igual que Clásicos del Cine Silente Norteamericano se eligió a una belleza, en este caso a la sonorense Columba Domínguez,  protagonista de la cinta Un día de vida dirigida por Emilio “Indio” Fernández en el año de 1950.
Después de cuatro años de trabajo documental en Estados Unidos, México, Cuba, Argentina, Venezuela, Colombia, España y Serbia. El libro arroja datos interesantes, no sólo para los que les interesa el cine sino para aquellos que quieran saber de los primeros rodajes en nuestro país y descubrir cómo Hollywood filmaba versiones muiltilingües de sus películas, como fue el caso de Drácula de 1931 con el actor Bela Lugosi que al terminar el rodaje durante el día, se daba paso al rodaje durante la noche y se filmaba con la misma escenografía pero para la versión en español.
Se podría considerar que El cine mexicano “se impone”… es una colección de anécdotas, anécdotas de todo tipo pero más que eso es un referente obligado para conocer la maquinaria que fue la industria cinematográfica mexicana en los mercados hispanoparlantes, como fue el caso de Venezuela donde en 1943 llegaron 39 películas mexicanas, más que a cualquier otro país latinoamericano.
Su escritura es amena pero no ligera, contiene una investigación profunda sin llegar a ser denso y empantanado, su lectura fluye y al paso de cada capítulo, uno, como lector, desea saber más sobre la importancia de una industria que creó un impacto social y económico y que además generó directores, actrices, actores, técnicos y productores, pero sobre todo identidad.
En el libro encontramos un riguroso trabajo de investigación, lleno de referencias contundentes gracias al cruce de fuentes. Dan ganas de sumergirse en el maravilloso mundo que nos describen los autores.





Aquí, de lo que se trata es de conocer el impacto del cine mexicano con 15 películas emblemáticas y entrañables, organizadas cronológicamente para ratificar que Santa fue el primer éxito del cine sonoro en el extranjero; que Allá en el Rancho Grande fue un éxito arrollador; que Ahí está el detalle generó el nacimiento de una estrella y la consolidación de una industria; que Simón Bolívar se consolidó como una superproducción a la conquista de los mercados sudamericanos; que Doña Bárbara muestra la mexicanización de la cultura venezolana; que gracias a María Candelaria, Europa legitima al cine mexicano; que La reina del trópico fundó la rumba cubana a la mexicana; que con Soledad Libertad Lamarque reafirmó la mexicanización del sufrimiento, es decir llorar a moco tendido; que con Jalisco canta en Sevilla, México se impuso para llevar a nuestro charro a España y así lograr la conquista invertida; que gracias a La vorágine conocemos la frustración de la industria cinematográfica colombiana; que con Los olvidados, Buñuel abrió al cine mexicano y lo colocó en los circuitos vanguardistas; que Un día de vida hizo llorar a toda Yugoslavia; que con Camelia La Doña sometió a los españoles; que La rosa blanca fue la película más taquillera en Cuba; y que Espaldas mojadas sigue siendo la realidad de muchos de nuestros compatriotas.
Para el gozo de los buscadores de referencias cinematográficas, este trabajo cuenta con un apartado de filmografía citada que da cuenta de todas y cada una de las películas que se mencionan en este completo trabajo de investigación, de igual forma encontramos una hemerografía extensa y un índice onomástico para encontrar rápidamente lo que buscamos.
El cine mexicano “se impone” mercados internacionales y penetración cultural en la época dorada, de Maricruz Castro Ricalde y Robert McKee Irwin, se consolida como una investigación de referencia obligada para conocer y saber de nuestro cine, el cine mexicano. Y se coloca entre los libros más importantes de investigación sobre cine en nuestro país, junto a la Cartelera cinematográfica de María Luisa Amador y Jorge Ayala Blanco; y conjuga también la importancia de Orígenes del cine en México de Aurelio de los Reyes.   Gracias.

viernes, enero 23, 2009

Dexter Gordon

Esto no es un post es únicamente una imagen y la publiqué antes de que se cumpliera un año de no subir na de na. Yeah!!!

martes, febrero 05, 2008

¿Regreso?


Ha pasado más de un año desde la última publicación en este blog personal. Seguiré posteando recomendaciones musicales y libros que tengan que ver con la música. Música como pasión.
Jack Frusiante ha dejado el grupo (Anagrama, 1997) del escritor italiano Enrico Brizzi nos lleva a terrenos llenos de musicalidad acompañados de una adolescencia, la de Alex, que como toda época puber remite a la soledad, al amor y al mundo de los adultos que no comprenden a los jóvenes. Con un lenguaje rico en neologísmos, el autor nos lleva a dar un paseo, un paseo en bici, un paseo con el sol pegándo de frente, sintiendo el viento y escuchando una buena cantidad de canciones rock.